Barón - Epístolas

Sobre el pudor


Agosto 2010

Sigo preocupado con el posible menoscabo de tu intimidad a cuenta de tu autobiografía; triple quebranto, me atrevo a pronosticar con osadía. Porque además de la pérdida metafísica de tu yo, tuyo hasta ahora, y de la inevitable amenaza de que alguien de tu entorno pueda recordarte tu anterior condición de ciruelo, un tercer peligro te acecha: que tu estilo literario, pulcro y sin mácula mientras has sido espejo para educandos, pueda mutar en tu retiro a una metástasis de ordinariez e inelegancia. Por eso te dije hace unos días que tendría que dedicar una epístola a la difícil tarea de tu rescate.

Los que estudian la fenomenología del pudor, es decir, el efecto que producen los hechos – en este caso tu anunciada autobiografía - en el ámbito en el que se hacen presentes –tu conciencia y la de tus lectores- suelen señalar al lenguaje y al vestido como los principales escudos de que aquél se sirve en su misión de guardián de la intimidad. Creo acertado que podemos referirnos al pudor como un guardián espiritual, que hoy en día se encuentra en impúdica retirada. Dicen de él que anda de capa caída por tratarse de una virtud, cualidad que implica deber, y eso exige esfuerzo, pero yo no suscribo una tesis tan escueta y simple; porque no ha renunciado al esfuerzo quien se dispone a escribir 800 páginas de las propias hazañas que, por cierto, a quien esto escribe, de una cuartilla le sobraría media.

No ha de tratarse, pues, de una renuncia ni a la virtud ni al esfuerzo inherente, sino de un cambio en la panoplia de armas de las que el pudor se sirve en la defensa de la intimidad. Porque bien sea aquél hábito adquirido (cultural se dice ahora) o capacidad natural del hombre, el caso es que éste nunca ha prescindido de aquél. Hay una conocida novela de André Maurois, Voyage au pays des Articoles, en la que se plantea precisamente el carácter arbitrario de la expresión del pudor en la sociedad. Nos presenta una comunidad humana cuyos miembros viven desnudos (isla paradisíaca) en estrecho contacto con la naturaleza. Su única prenda de vestir es un brazalete de pocos centímetros de anchura y nadie siente vergüenza por descubrir sus orgullos, mas todos ponen gran cuidado en no exhibir su palmito de brazo. ¿Es, entonces, el dictado social lo que hace surgir el pudor? ¿o reside éste en el hombre al modo de los universales lingüísticos propugnados por nuestro viejo conocido Chomsky, y sólo su expresión en el tiempo y el espacio es lo sujeto a cambio? Creo que por ahí va la cosa, y es por ello por lo que te animo, mi literario amigo, a que esmeres el cuidado en la expresión y hagas a un lado la tentación de navegar en la procacidad.

Cierto que el guardián entre el centeno de nuestra intimidad abusa muchas veces del eufemismo ñoño de los pipís, los popós y los traseritos, pero no es menos cierto que este moderno espíritu reaccionario que nos asola, nunca llama senos a los senos ni testículos a los idem, sino que prefiere caerse del otro lado del burro y acudir al léxico de la cuadra y el ordeñe. Sin embargo, sí hay una forma de llevarse bien con The catcher in the Rye, que consiste, como bien sabes, en coronar al lenguaje con la diadema del ingenio y vestirlo con la acendrada túnica de la elegancia. Pensando en ello he seleccionado para ti dos deliciosas muestras de cómo ingenio y elegancia hacen posible la convivencia con el pudor y reivindican su valor ante quienes todavía creemos que las formas son un valor a preservar e incentivar. Ambas perlas proceden de Méjico, rico vivero del léxico ingenioso, guasón y transgresor.

En la primera verás que hasta en el lenguaje infantil pueden camuflarse alusiones que en tus tiempos habrían sido calificadas con un infamante 3R, pero el ingenio hace posible burlar al pudor e incluso venderle la burra ciega. El grillito cantor mejicano,en su canción La marcha de las letras, desliza las siguientes alusiones para mayores:

Primero verás
que pasa la 'A'
con sus dos patitas
muy abiertas
al marchar.

Ahí viene la 'E'
alzando los pies,
el palo de en medio
es más chico
como ves.

En la segunda, el michoacano Trío Tariácuri canta un delicado bolero-son de los hermanos veracruzanos Martínez Gil, en el que el viento fementido es el que aquí hace el papel de burlador del guardián, para nuestro solaz y admiración sin reservas. Escucha.

No salgas niña a la calle
porque el viento fementido,
jugando con tu vestido,
puede dibujar tu talle.

No hay quien de amor no desmaye
al ver que en tus formas bellas
es manifiesta la huella
que el pudor ocultar debe
y sólo el viento se atreve
a entretenerse con ellas.                 

 

He ahí, pues, mi querido colombroño, que el estilo es el guardián del pudor y éste, patrimonio de cada cual. La envoltura realza el contenido, asunto ya tratado en Fondo y forma.