Romper espejos
Enero 2013
La vida es una carrera en solitario, de victoria en victoria, hasta la
derrota final. La máxima griega "conócete a ti mismo", ha sido remedada
aquí estos días pasados con otras no menos juiciosas, como "léete a ti
mismo" o "clónate a ti mismo" . Muchas más podrían sumarse a la
colección; "perdónate a ti mismo" , "anímate a ti mismo" y las que
seguramente se te ocurrirán a ti, según la voltereta anímica que esté
dando tu vida en este momento. Pero, sean las que fueren, su elemento
común seguirá siendo la lucha en solitario, la primigenia del
espermatozoide.
Escribe Julio Cerón: "una sola cosa en la vida hacemos a solas:
agonizar". Y no es cierto. Todo lo hacemos a solas. Formamos parejas
para contrarrestar la soledad irremediable, creamos amistades con el
mismo fin, pero la existencia, ser, lo que se dice ser, cada uno es él
solo. Desde que se nace, hasta que se muere.
Incluso el amor, la fuerza más abierta y expansiva que hemos
inventado los humanos, está velado por un indeliberado espejo en el que
convertimos a nuestro objeto de amor y en el que nos seguimos viendo
nosotros mismos con delectación embelesada. ¡Hay que ver cuánto y qué
bien amo! Espejo que se interpone impidiendo el flujo del verdadero
amor, que no requiere espejos ni estanques narcisistas. Un botarate lo
ha llamado hoy por aquí, "amimismismo", y estoy, por una vez, conforme
con él. Pero lo que no dice es que para salir de la soledad es necesario
romper el espejo y cambiar las sentencias "atimismistas" por otras "reciprocistas",
como
- Conózcámosnos unos a otros;
- Leámosnos unos a otros;
- Clonémosnos unos con otros;
- Animémosnos unos a otros;
- Perdonémosnos unos a otros;
- Amémosnos unos a otros.
Romper espejos es, pues, una actividad sanadora, en la mayor parte de los casos para que corra el aire y en otros para soltar lastre, como tuvo que hacer Enric de Sentmenat con los del obispo Gil Manrique, según lo cuenta en el "apócrifo" Corpus de sangre. Vale