Barón - Epístolas

Más que incertidumbre


Enero 2013

Conozco bien tu especial inclinación hacia la antropología cultural, campo del saber en el que haces frecuentes incursiones y del que sacas frutos con los que aderezas tus guisos literarios. Conozco así mismo etnografo.com, tu página en internet. ¿No es impresionante este producto de la tecnología moderna?. Pues es por esto de la tecnología por lo que hoy quiero hacerte partícipe de mi incomodidad intelectual y de mis temores no solamente intelectuales.

Sabes mejor que yo que entre los padres de la antropología cultural, o etnología, si prefieres el término que usas en tu web, Franz Boas fue superado por Leslie White en su visión evolucionista de la cultura humana. Hace ya un par de años que quise haceros partícipes, a ti y a los otros amigos que visitan estos pagos de literatura barata, sobre cómo construye el hombre blanco hoy sus caminos de hierro y de cómo, de haber dispuesto de esa tecnología los pioneros del Far West, nuestra actual ideología occidental no estaría marcada por la impronta del Bueno, el Malo y el Feo. Vimos entonces el esquema de White sobre la articulación de los fenómenos culturales, en el que la ideología viene condicionada en última instancia por la tecnología.

Antes que Leslie White, ya Lewis Morgan había propuesto un esquema general de la evolución social basado en los grandes cambios de la tecnología. El fuego y el arco, decía, hicieron posible el paso de la Pre-humanidad lítica del homo habilis al Salvajismo, estadio del que por la acción de la agricultura, la ganadería y la metalurgia, se pasó al Barbarismo, y de éste, la escritura nos ha traído al último estadio de Civilización. Y en este momento nos encontramos en el umbral de una nueva etapa cultural, a causa del poder de la información y del conocimiento. Ambos se mueven a velocidad de vértigo, cierto, pero, a diferencia de lo que pasa con las balas, no es la velocidad de la progresión de la ciencia lo que me causa desazón, sino su contenido.

Ve, si no, mi docto amigo, y tomo un ejemplo entre tantísimos, que en 1900 no se conocían los mecanismos de la herencia y 57 años después Crick y Watson  ya hallaron la doble hélice del ADN; cuarenta años más bastaron para el desciframiento del genoma humano y la clonación de la oveja Dolly. Hoy ya pensamos en producir tejidos y hasta órganos, como si fueran piezas de recambio para el automóvil, partiendo de células normales propias. ¿No encuentras, como yo, un salto sobrecogedor? Pues quiero compartir contigo mi vértigo.

Hasta ahora, el nivel tecnológico nos daba para entender que un óvulo fecundado era un ser humano en potencia, un "nasciturus" para los romanos, pero a partir de ahora, tu propio ADN, o el mío, bastará para clonar otro insigne colombroño. Prácticamente, todo tú, o todo yo, somos una fuente inagotable de "nasciturus", lo cual nos reviste de una nueva trascendencia y sacralidad. Nace una nueva etapa en la marcha de la civilización, que no sabemos cómo la llamaría Morgan, pero habría que asignarle un nombre. De hecho, ya lo tiene: se llama "Trans-humanismo" y sus estudiosos lo representan con el símbolo +H. Francis Fukuyama lo describe como "la idea más peligrosa del mundo" y estoy seguro de que tú así lo considerarás también al término de esta carta.

Ya fuera en la Pre-humanidad, en el Salvajismo, en la Barbarie o en la Civilización,  todo nasciturus ha requerido siempre la participación de los dos sexos. En el nuevo estadio, sin embargo, un pedacito de, por ejemplo, tu piel y un óvulo desprovisto de su ADN nuclear, serán suficientes para lanzar un proceso de gestación asexual, al estilo, llamémoslo "Dolly". Lo que me hace temblar, mi dilecto colombroño y me tiene ya hace tiempo comiéndome las uñas, es que así como tú o yo podríamos clonarnos, Dios no lo permita, las damas también pueden hacerlo. Me temo que este salto tecnológico desencadene un proceso loco en el que cada sexo prescinda del otro y se clone a sí mismo. El gran problema, causa de mi desazón, es que ellas sí disponen de óvulos y piel en abundancia y nosotros solo de piel, la de algunos, por cierto, en estados comatosos con carcinomas y vitíligos. ¿Que va a pasar si ellas optan por la clonación para sus propias "nasciturae" y nos niegan sus óvulos para nuestros propios "nascituri"? Pues casi prefiero dorarte la píldora para que la tragues en forma de soneto:

Hay algo que me causa desazón:
como el Transhumanismo a Fukuyama,
un hito en la vida, que me escama,
y afecta a nuestra Civilización.

El hombre y la mujer tendrán su clon
en el laboratorio y no en la cama,
que en antropología ya se llama
Cuarta Fase de nuestra evolución.

Se encontrará el varón en servidumbre
transitará de rey a simple icono
al no tener un óvulo que alumbre
el fruto de su piel. Tal abandono
genera en mí tan grande incertidumbre
que más que incertidumbre es acojono.

Vale