Barón - Apuntes

Stravinski, el de la vista baja

Decía Stravinski: “Un compositor preludia de igual modo que un animal hurga... ambos buscan su placer”. La frase es sugerente y su intención apunta en la misma dirección que las de otros artistas consagrados, cuando han hablado de sus procesos de creatividad; aunque hay que reconocer que el símil del animal hurgando, es decir, escarbando por aquí y por allá en busca de la bellota, es mucho más igualitario, en cuanto al móvil estimulador, que cualquier otro con el que otros muchos han explicado su periplo creativo. Y unas páginas antes, en su Poética musical, habla el compositor de ese “apetito que hace presentir el descubrimiento”. Es inevitable, pues, pensar en la bellota; en esos momentos que preludian, precisamente, el hallazgo, el premio de lo que se busca, aunque no se tenga conciencia exacta de qué se busca. El del hocico rastreador, el de la vista baja, como lo llaman en Aragón, busca la bellota, pero si es una trufa lo que le sale al paso, miel sobre hojuelas, el placer será mayor. El de la pluma busca igualmente el placer de una buena metáfora, de un adjetivo, de una frase, y el del pentagrama, ya lo dice él mismo. El móvil iguala a todos.

Parece ser que todo consiste en tener hambre, bajar la cabeza y hozar; hozar mucho, con mucha confianza en que si la trufa pasa y te encuentra hozando, acabará tus papilas perfumando, y ése será tu premio.

Otra cosa es el modo de hozar. Stravinski no hozaba al azar, su alma rusa se lo impedía, y antes de todo se planteaba el tipo de trufas y bellotas que iba a buscar, marcaba el terreno y, entonces sí, parece que hurgaba con éxito. Otras veces, además, hozaba por encargo, con lo cual ya tenía media tarea hecha. Pero si nadie te encarga nada y no eres ruso –mi caso, por poner un ejemplo- te ves obligado a hozar sin nada concreto que buscar, sin terreno donde hacerlo y hasta sin saber cómo huele una trufa porque en tu vida has encontrado ninguna. Te ves obligado a hociquear al estilo latino, que consiste en lanzar una ocurrencia y dejar que los automatismos lingüísticos actúen. García Márquez, por ejemplo, cuenta que escribió la primera frase de Cien años de soledad y después se preguntó: ¿y ahora qué carajo sigue?

Oct 2010