Barón - Apuntes

Amoraim

Si al título le quitas el sufijo «im», que en hebreo sirve para formar el plural masculino, te quedas con «amorá», literalmente «el que dice»; si no lo quitas, tienes «los que dicen». Eso, atendiendo a su etimología, porque su significado práctico, el de uso normal, es el de «Intérpretes». Así es como se los conoce desde que los judíos se decidieron, unos quinientos años antes de Cristo, a escribir lo que ya venían recitando de memoria desde tiempos inmemorables.

El papel del intérprete es primordial en todas las religiones, pues a Dios siempre le ha gustado escribir derecho con palos torcidos y, desde luego, hablar claro con ambigüedades. Pero los judíos lo han tenido especialmente difícil. ¿Quién puede enfrentarse a pecho descubierto con cinco libros de la Torá (la instrucción, la Ley), ocho de Los Nevim (los Profetas), once de los Ketubim (poéticos, sapienciales e históricos), veinticuatro en total, y ¡ojo, escritos sólo con consonantes!. Los judíos escribían hebreo sólo con consonantes, como buenos semitas que eran, con lo que tenían el cacao asegurado (aparte de que en su vida diaria hablaban arameo (El hebreo para ellos era, como el latín para nosotros, la lengua de la burocracia religiosa),la lingua franca entonces de todo el Próximo Oriente). Los cacaos, digo, estaban servidos, porque imaginemos que nosotros escribimos «ms» y lo damos a leer: unos leen mesa, otros misa, musa, masa, amas, mes, amasa... Es por lo que empezaron a jurar en arameo, claro, que es como se sigue jurando hoy, especialmente en los frontones.

Los veinticuatro libros no eran suficientes, por recoger sólo la ley escrita. Según la tradición rabínica, Dios entregó a Moisés en el Sinaí tanto la ley escrita como la oral, que la complementaba. Moisés se la contó a Josué, éste a los ancianos y luego, ya fue fácil, pasó de generación en generación, para materializarse en los dos primeros siglos de nuestra era en la Mishná (un tamaño, ella sola, como el de los veinticuatro libros citados). La Mishná tiene como misión rizar el rizo. Consta de 63 tratados, subdivididos en capítulos y éstos en parágrafos numerados. Hacia arriba, se agrupan en seis órdenes, cuya numeración y somera descripción nos da un poco de idea del maravilloso material que la Mishná representó, representa y representará para un verdadero amorá:

En este caldo, y todo en consonantes, los amoraim estaban más felices que el P. Mocoroa en un charco de paramecios. ¡Había tanto que interpretar! Porque los amoraim trabajaban sobre material heredado de los Tanaim (más o menos, los que enseñan mediante la repetición) material de estilo muy parco, bueno para memorizar, pero no para satisfacer el natural escrupuloso de un amorá que se precie. Y como los intérpretes no podían ser menos, juntaron todos sus comentarios y los llamaron Guemará, de modo que Mishná+Guemará=Talmud. Pero como los amoraim se dieron tanto en Palestina como en Babilonia, hubo dos Guemaraim, palestino y babilónico, y por tanto dos Talmudim, o sea, dos auténticos océanos de normas, interpretaciones y aclaraciones a las interpretaciones. Eso sí, el Talmud distingue con fino bisturí sus dos tipos de texto: los «halajot» y los «haggadot» Cada aspecto de la vida pública o privada, religiosa o familiar, de los judíos es exhaustiva y minuciosamente regulado por algún halajá, mientras que los haggadot se mueven en campos de la exégesis, la ciencia, la anécdota y simbolismos diversos. Dicen los que saben de esto, que a los más expertos muchas veces se les hace difícil incluso distinguir si lo que tienen delante es un halajá o un haggadá, lo cual no deja de ser desesperante para gente como el Barón, que lo que busca es no complicarse la vida.

Lo de los intérpretes, al Barón siempre le ha parecido que tienen mucho que ver con los traductores, a los que el italiano obsequia con el aforismo traduttore->tradittore, y que el español lo hace con el sinónimo truchimán, trujimán o trujamán, que se interpreta como "intérprete" y también como "trucho" intermediario. Por eso, el pueblo llano siempre ha tenido la mosca detrás de la oreja con los traductores, intérpretes e intermediarios, y hay veces en que éstos las han pasado canutas. Ved si no.