Les van a dar las uvas - 18 febrero 2014
S —Lo que me faltaba por ver. ¿Adónde vas con
ese turbante negro tapándote la calvorota? Vienes de Cádiz, de alguna
chirigota ¿no? Muy propio de ti, Barón de la Sinsustancia.
B —No vengo de Cádiz, hombre. Me estoy
entrenando.
S —¿Entrenando a qué?
B —¡Hombre! Pues a llevarlo. Estoy
pensando en hacerme musulmán.
S —Estás borracho. Me vuelvo a mi
cripta, donde impera el sentido común y las buenas costumbres.
B —Oye, sabandija de oscuridades, vuelve
aquí, que la cosa va en serio; que estoy pensando en abrazar la fe del Profeta.
S —Pues si no estás borracho, estás loco; y yo no voy a consentir que este castillo
-nuestro, porque es de los dos, aunque deje que parezca que es tuyo- no cabe un tarado más.
B —Tarado tú, desgraciado, que parece
que vives, pero ya estás muerto; que no sabes qué es una buena juerga, que te
haces triángulos de cabello de ángel en lugar de pastelillos de marijuana, que te
acuestas con el sol, te levantas con los pájaros y no te permites ni una
legítima fantasía, como yo, que ahora solo pienso en las huríes. ¿Loco por eso?
S —Sí, loco de atar. Loco, porque
presumes de haber luchado contra el turco y seguro que es mentira; loco, porque
dices que vas a aceptar los cinco pilares del islam, término que ya de entrada
asusta porque significa "sumisión"; loco, porque te pones un turbante
negro sin saber que solo los descendientes del Profeta lo pueden llevar de ese
color, con lo que el primero que te vea te raja; loco...
B —¡Buenooo! No te preocupes, que lo
cambio por un arafat y asunto resuelto. Lo de la sumisión, es solo una
palabra y las palabras se las lleva el viento; pero ¿qué me dices de las huríes,
renacuajo?
S —No lo puedo creer. Antes dime: ¿Tú
dónde crees que está Dios?
B —Qué bobada; pues en el cielo ¿dónde
va a estar? ¿Y a qué viene eso ahora?
S —Pues porque un medio compinche tuyo
en la fe, un tal Ibn Rushd, Averroes para nosotros, hacía esa pregunta para saber
con quién estaba hablando. Él decía que los analfabetos respondían que en el
cielo; los estudiantes, que en todas partes, y los sabios, que en ningún sitio.
Así que ya está claro.
B —Ya. Pues Averroes y tú ya os estáis
largando. Seguro que él tampoco se comió una rosca en su vida. Yo también tengo
mis fuentes, sabandija, y he oído que a partir de Alarcos, cuando
Almanzor os untó el morro a los cristianos, la sabiduría del tal Averroes se
puso en cuarentena, le quemaron los libros y lo exilaron en Lucena, para más
inri en una
aljama judía, donde pagara sus pecados, por listo. Y además, se quedó sin
huríes, que es a lo que vamos. ¿Qué pasa, sor Angustias, que a ti no te van las
huríes sin estrenar ¿eh?
S —¡Dios, qué bajo ha caído el arte! ¡Tener que explicar esto a un cencerro! Mira: no hace falta que te leas entero el libro Die Syro-Aramäische Lesart des Koran, de Christoph Luxenberg, un seudónimo que lo protege de locos como tú, porque está en alemán, pero te voy a entresacar lo que a ti te importa. Atiende, si puedes, solo son cinco puntos:
- En los últimos treinta años, el relato islámico ha sido puesto en cuestión en el ámbito académico. Al Corán le están aplicando los mismos métodos filológicos, historiográficos y científicos que se han usado para analizar la Biblia y otros textos antiguos. John Wansbrough rompió el fuego en 1977 con Quranic Studies: Sources and Methods of Scriptural Interpretation, y a partir de ahí, se han animado otros varios, aunque se juegan el pellejo.
- La cosa, pues, apunta a que el Corán fue compilado en Iraq unos ciento cincuenta años después de la muerte de Mahoma, que se fue con las huríes en 632.
- El Corán es el primer libro escrito en árabe. Los árabes no escribían, solo cuidaban camellos y llevaban caravanas con dátiles, especias y todo eso. El mismo Mahoma fue camellero en su juventud, hasta que pegó el braguetazo de su vida con la dueña del negocio, la viuda Jadiya. En tiempos de Mahoma no existía el árabe escrito, no había "batua" todavía y el arameo era la lingua franca, ahora llamada vehicular.
- Luxenberg aplica el arameo a los pasajes oscuros del Corán, que tiene montones de ellos. Los pasajes oscuros no los entiende nadie, claro, porque provienen directamente de Alá y Él quiere que no los entendamos. Pero Luxenberg no se resigna a la voluntad de Alá, coge el arameo y dice que el término /hur/ del Corán, que se interpreta como /hurí/, mujer joven, hermosa, de ojos rasgados y complaciente, no es palabra árabe, sino aramea, y significa «blanca» y se refiere a las uvas, no a las mujeres.
- Por eso, pasajes del Corán como el 55, 70-74 "En los jardines habrá huríes buenas y hermosas, retiradas en los pabellones, no tocadas todavía por hombre alguno..." o como el 52, 20 "Reclinados en lechos alineados, les daremos por esposas a huríes de grandes ojos..." tienen una más razonable lectura aplicando el arameo, que es en lo que tú sueles jurar cuando me ves, Barón del Turbante Negro-descendiente-de-la-Pata-del-Profeta.
B —No te he entendido ni jota, porque me
aburres y ni te escucho. ¿Me lo puedes resumir, mequetrefe?
S —Con mucho gusto, Barón de Fanfarria: que a ti y a los muyahindines os van a dar... ¡las uvas!