La corrupción - 3 enero 2013
B —¡Hombre, sabandija!
¿Vienes a felicitarme las Fiestas y el Año Nuevo? ¡Qué detalle!
Pasa y descorchamos algo.
S —No estoy para descorches, insensato; que
tienes menos cerebro que un paramecio.
B —Sí. Pues, anda, que para lo que te sirve a
ti el tuyo...
S —Me sirve para pensar. La actividad más
noble que se ha dado en la evolución del cosmos, un regalo que
tú todavía tienes sin desenvolver.
B —Bueno; si vienes en plan energúmeno, desembucha lo
que tengas en las tripas y lárgate, que estos son días de
zambomba y pandereta.
S —Eres un vómito de la sociedad. Tu amigo
Roberto, que está marcando hitos en su capacidad de observador y
analista del mundo económico, abre su último volumen publicado
con un examen riguroso y documentado del fenómeno de la
corrupción, y tú, despreciable botarate, lo comentas con una
frivolidad que me pone los pelos como escarpias. La corrupción
es un mal endémico que aqueja a la sociedad desde que el mundo
es mundo, y tú...
B —Sí, ya sé, ya sé; me vas a decir que Jacob
compró la primogenitura de Esaú, con lo que él y su padre Isaac
fueron los primeros corruptos de la historia. Pues vaya descubrimiento.
E —No; no fueron los primeros. Adán mismo quiso jugar con
ventaja y comer lo que no le correspondía. Esto es muy grave y
me indigna que tú te pongas a hacer chistes y compares la
prebenda con la jodienda. Ésta última es natural,
mientras que aquélla es cultural. Y la cultura podemos y
debemos cambiarla cuando va contra el bien de la humanidad.
B —Hermosas palabras, Segis. Has estado
bebiendo ahí abajo.
S —Sabes que no bebo, liante. Y sabes, todavía
mejor, que "ahí abajo" yo me dedico a conocerme a mí mismo.
B —Pfff. Ya salió el peine. Pues mira,
renacuajo atormentado, yo no quiero conocerme más, porque, de
hacerlo, terminaría por negarme el saludo a mí mismo. ¡Hala! Ya
te he dicho que termines pronto y que te largues.
S —He hablado con mi trasunto
hondarribitarra y me dice que la solución está en el
cooperativismo; que ahí no se dan ni la corrupción, ni la
pobreza, ni el reparto desigual de la renta, ni el despilfarro
de los recursos...
B —¡Cielos! Ahora son dos y creen en lo Uno.
S —Sí señor. Creemos en la necesidad de
desintoxicar al hombre, de regenerarlo. Creemos que necesita
un nuevo corazón que lo impulse a buscar la felicidad más entre
los pliegues de una modesta túnica budista que entre las
atildadas solapas de una chaqueta de Armani; y a buscarla más en el rigor y
la
severidad de un sótano que en la voluptuosidad y altivez de un
castillo.
B —¡Alto ahí, sabandija de las tinieblas!
Hasta aquí podíamos llegar. Este castillo lo gané luchando contra
el turco y es mi merecida recompensa en el retiro del guerrero. Mataré a
quien insinúe siquiera que tenga que cooperativizarlo, seas tú,
alfeñique insolente, o tu místico trasunto de la Bahía de
Txingudi. Ya sabes: si queréis cooperativas, ¡a Cuba! Mira lo
que han hecho los políticos con aquel paraíso y mira lo que han
hecho los de aquí con las Cajas de Ahorro. ¡Toma cooperativas!
E —Tantos años de superficialidad te han
atrofiado el alma y hecho de ti un Barón de la Sinsustancia. Un
día te voy a explicar cómo podrías buscar la felicidad en la
vida sencilla de tantos sabios que en el mundo han sido...
S —Ya estamos recitando. Deja al Fay Luis que
descanse tranquilo allá, en el Madrigal de las Altas Torres
donde fue a palmar y no me hables de literatura, que me pongo
malo.
B —Te puedo hablar de gente real de nuestro
tiempo. ¿Hablamos de la sobriedad, por ejemplo, de José Mújica,
Presidente electo del Uruguay, o de Matthieu Ricard, monje en
Nepal, o de...
S —¡Hasta aquí has llegado, ínfimo ejemplar de
la especie humana! Sólo me faltaba escuchar que mi modelo de
vida lo iba a hallar en un tupamaro arrepentido que ya chochea, o
en un pirao francés que prefiere la cutrez de una celda en Nepal
a la grandeur de Versalles. Aquí ha terminado la
audiencia. Retírate a las sombras y no vuelvas por aquí hasta
que las ranas críen pelo.
B —Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí, contra vosotros naciendo; aunque si nací, ya entiendo...