James M Buchanan - 11 enero 2013
B —No es posible. ¿Otra
vez tú, ínfimo?
S —Vengo a traerte la mala noticia del año, que
acaban de vomitar los teletipos.
B —Qué diantres dices de teletipos hoy,
que las ondas le han comido al cable el pan del morral. Anda,
baja a tu cueva, quema esa máquina antediluviana y sube de
nuevo, que te invito a una caña con una de gambas.
S — —Así estamos como estamos. Hoy es un día
triste para los amantes de la verdad.
B —¡Ahí va, qué tío! ¿Qué ha pasado, sor
Angustias, ha muerto la verdad?
S —Tú lo has dicho. Ha muerto James Buchanan.
Día de luto mundial.
B —Bueno, ya estaba talludito ¿no?
S —Noventa y tres años no es mucho hoy día.
Además, hombres como él tendrían que vivir como Matusalén, para
seguir aportando su capacidad de análisis a este rebaño de
borregos ciegos que es el mundo.
B —Bueno, economistas es lo que sobra.
Además, muchos de ellos permanecen activos hasta cuando duermen, lo
cual hace que hasta en la sopa encuentres alguno.
S —¡Qué dices! El Maestro no ha sido un
economista al uso. Él ha sido un gigante intelectual en teoría
política, un bisturí certero, un analista preclaro de los hilos
que entretejen a los hombres y al Estado, un...
B —¡Para la jaca, plomo encadenado! Que eres
un plomo. No se puede hablar de un hombre como si fuera Dios,
por mucho Nobel de economía que le atizaran. A fin de cuentas,
otro cuentacuentos más. Como dice nuestro amigo Roberto, otro
que ha pasado su vida en el laberinto, del que ha salido sólo
porque iba con los pies por delante.
S —Eres un repulsivo ignorante, bañado en estulticia y empaquetado al vacío. Buchanan no vivió en ese atiborrado laberinto. Él tenía claro el camino, porque dibujó un mapa certero y sencillo:
a) el Estado, como idea orgánica, no es más sabio que sus ciudadanos.
b) el Estado es un ente parasitario superior nacido de la necesidad de seguridad de los individuos ante la situación preconstitucional, es decir, dominación del hombre por el hombre, esclavitud, depredación y guerra. Es verdad que hay cierta simbiosis en la relación, él ya lo dijo, pero,
c) el Estado lleva en sí los gérmenes del crecimiento: poder y burocracia. Es perentorio limitar su inflamiento perverso, mejor por vía constitucional.
B —¡Muy bien, renacuajo!
Por cierto, ¿tú, de cuál fumas? ¿Con qué te metes estos chutes
inefables? Yo siempre tengo por aquí unas hojas de Peganum
Harmala que me traen de Siria; es un buen alcaloide
fluorescente, como dicen, pero lo tuyo es más potente. ¿Te va un
intercambio? ¿Mola el coloque, sor Angustias? ¿Hacemos un do
ut des?
S —Que el diablo te lleve y te vomite en Turquía. No estás a la altura, pero un día volveré y te traeré un despliegue de los análisis de este Maestro que se nos ha ido. De hecho, ya hace unos meses, te colé ciertos comentarios en el último párrafo de tu nota un tanto frívola sobre la Socialmicrocracia, que ya ponían el dedo en la llaga y evocaban los principios sentados por James M Buchanan, al que hemos de agradecer su legado. Toma una foto suya recibiendo el Nobel en 1986.