Levitando en Moncloa
Me aplauden, luego existo, elucubraba con diecisiete miembros y miembrillas, todos de pie, cayéndoles la baba, cantando que había hecho maravillas. Sólo uno, sentado y a hurtadillas, sonreía por dentro y no aclamaba al pedazo de ego que flotaba levitando sobre el suelo, mesa y sillas. «¿Y ése no se levanta por maldad? ¿no pica como todos el anzuelo? ¿no se entrega ante mi grandiosidad?» Y el discordante piensa: «yo no muelo en el molino de su Majestad, porque antes ya lo conocí ciruelo»
Cizur Menor, febrero 2019