Barón - Epístolas

Saramago y la sustantivación


Julio 2010

En un primer impulso he abierto esta carta con un “Saramago y las enchiladas”, pero sabiéndote poco familiarizado con voces y expresiones mejicanas, he pensado que, además de explicarte por qué relaciono a este sedicente comunista con tan afamada vianda, no te vendría mal un mínimo conocimiento sobre la misma.

Las enchiladas son tortillas de maíz casi siempre prefritas y rellenas de algún tipo de carne, queso o salsa, según la imaginación del artista. Las variedades conocidas, por lo tanto, son casi infinitas: las hay verdes, rojas, de mole, de frijol, suizas, de ajonjolí, de chilorio, norteñas, potosinas, tampiqueñas, entomatadas, sincronizadas y un largo etcétera, en el que el elemento común de todas ellas, el que les da el nombre, es el chile, es decir, el picante. “Enchiladas”, por tanto es un adjetivo que califica a las tortillas; y “las enchiladas no son más que una sustantivación del adjetivo. Una sustantivación tan extendida, que podríamos decir que casi alcanza la categoría de metonimia, al asignar a la tortilla el nombre de una de sus propiedades. Y si me apuras, podría aceptarte sinécdoque como animal de compañía.

La relación de Saramago con las enchiladas no es gastronómica, aunque sí es un asunto de  anchas tragaderas el aceptar a toda esa gente que se reviste con el armiño de la solidaridad, mientras en la retaguardia tienen el riñón más cubierto que el reactor de una central nuclear. Léase aquí anasbelenes y sus juanmanueles, los banderas, bonos, bonitos y todo ese rosario de enriquecidos señoritos.

A cuenta de Saramago andan a la greña, nos dicen, España y Portugal o, para evitar en este caso la metonimia, sus respectivos organismos recaudadores; de modo que el escritor moralizante, según la ley de los hombres, sale a debernos más de 700.000 del ala. Y no voy a la deuda contraída, seguramente debida una inclinación humana excusable de buscar siempre las mejores gangas, sino al hecho de que tan insigne comunista muestre apego tan pedestre y poco fraterno a la pela, cuando debería dar ejemplo de desprendimiento personal en favor del interés colectivo. Y es que una cosa es el comunismo y otra las enchiladas

Exactamente ésa es la moraleja que cerraba una larga poesía que corría por Méjico hace ya unos cuantos años, en la que doña Chonita tiene una humilde fonda de barrio donde, cierto día, don Espiridión le explica las virtudes del comunismo en tanto se va embaulando unas enchiladas, amén de unas chalupitas y una ración de tripas. Tantas y tan convincentes razones esgrime don Espiridión, que doña Chonita, entusiasmada, cae:

Oiga, don Espiridión,
pos si la cosa es ansina,
la mera verdá de Dios
¡yo quiero ser comunista!

¡Ansina mero me cuadran!
¡Demi un abrazo, chonita!
Mañana vengo temprano,
la llevo pa que la escriban.

¿De veras da su palabra?

Siguro que sí, Chonita;
de modo qui ¡hasta mañana
y vivan los comunistas!

Bueno, don Espiridión,
pero crio que asté se olvida
de pagar lo qui ha tragado:
son diez de las chalupitas,
veinte de las enchiladas
y otros veinte de las tripas.

¡Caray! Eso sí está grave,
porque, la verdá, Chonita,
no traigo más que este veinte,
pero al cabo, asté... me fía.

Yo no soy de las que fían:
o me paga asté el tostón
o me deja su cobija.

Eso no está bien, si semos
los dos buenos comunistas.
No debe haber desconfianzas
pa cumplir con las doitrinas.

Pero es que en esta ocasión,
tamién entran las tiorías;
con que cáigase cadáver
o déjeme la cobija.

Le dejaba y... ¡no, caray!
no la
creiba tan canija.

¡No me diga asté esas cosas
porquionde me lo repita,
asté va a hacer que mi acuerde
de la hermana de su tía!

¡Pos nomás eso faltaba,
me canso de repetirlas:
vieja canija!

¡invasor, muerto de hambre!

¡canija!

¡mantenido, sinvergüenza!

¡garbancera!

¡COMUNISTA!

 

Tan sencilla y divertida historieta, mi querido colombroño,  dio lugar a la aparentemente absurda sentencia mejicana, que espero comprendas ahora y nunca olvides:

“Una cosa es el comunismo y otra las enchiladas”

Vale