Barón - Epístolas

Yo te conocí ciruelo


Agosto 2010

O rtega y su inseparable Gasset distinguían entre vida biológica y vida biográfica, dos dimensiones del hombre radicalmente distintas. Los animales gozan sólo de la primera, mientras que nosotros gozamos de la primera sólo a ratos, mientras que padecemos permanentemente la segunda. Todos los hombres, pues, tenemos lo que podemos llamar -y llamamos- biografía. Y si te preguntas, como yo lo hago, a qué se debe esta doble capacidad vital, la respuesta rápida que te das es: porque además de animales somos personas.

Pero tú, mi dilecto amigo, no puedes quedarte en semejante simplificación y tendrás que preguntarte conmigo en qué consiste eso de ser persona, porque a donde te quiero llevar es a considerar que el aspecto ontológico de la persona es el de ser suyo, un ser que se posee, que surge y se mantiene en su propio surgir. Fuerte ¿no? Y no vale echar mano del tópico ¡la gallina! De ahí mi inquietud cuando me anunciaste que estás escribiendo tu autobiografía y que amenazas con materializarla en un libro de memorias muy ordenadas, o sea, anales, con perdón, que pondrás al alcance de otras personas.

Me causa fuerte desazón pensar que vas a publicar cosas acerca de tu persona: un ser que se posee, un ser en intimidad en términos más familiares, porque intimidad apunta a eso, a posesión interior. Dicen los que ponen las palabras al trasluz de su origen, que intimus es latín y superlativo de la raíz inti=interior. Así que ¿cómo no voy a intranquilizarme cuando pienso que estás a punto de perder tu interioridad? ¿Es que alguien, tú por ejemplo, puede imaginarse sin interioridad? No puede. Y no puedes imaginártelo, del mismo modo que no puedes pensar que no piensas; no puedes imaginar que no imaginas, porque ya estás imaginando. ¿Comprendes ahora mi preocupación?

Y no es la única que me asalta cuando pienso en tus Anales, no, pues, para más inri, dejando aparte el ímprobo trabajo de machacarte sus ochocientas páginas a teclado descubierto, existe una alta probabilidad de que los de tu entorno conozcan el viejo cuento español en el que un labriego se niega a adorar la imagen del santo, porque fue hecha con la parte sobrante del árbol, por él donada, después de haberse hecho un pesebre para su cuadra. El labriego le decía al santo:

Del pesebre de mi burra
eres hermano carnal.
En mi huerto te crié
y tu fruto me comí.
Los milagros que tú hagas,
que me los cuenten a mí.

No me negarás que la coplilla es graciosa e ingeniosa, propia del relicario popular. Pero no sólo el pueblo ha entrado en ese tema, que tiene su enjundia escéptica y maliciosa; que también grandes figuras de tu gremio no le han hecho ascos, como por ejemplo Hartzenbusch,  que lo incluyó en una de sus fábulas con el título "La anciana indevota" y "reza" así:

El que hoy arcángel es, antes fue viga,
y antes árbol, la cual hacha y azuela
vi después aplicar, en pie tendido,
y había antes comido
yo frutil mil veces,
ricas cerezas, casi como nueces.

Labrado el tronco luego y colorido,
aún se me representa en el egido,
convidando a los ojos
con agrupados pelendengues rojos;
por eso, aunque me culpen y me ultrajen
las lenguas maldicientes,
paso a prisa delante de la imagen
y dígole entre dientes:
-Yo te conocí verde cerezo,
no lo puedo olvidar, y no te rezo.

Me gustaría, ya de paso, que te detuvieras un poco en apreciar la gran diferencia que hay cuando el que versifica no es el pueblo llano y anónimo, sino uno de sus primeros espadas: el ritmo, la composición, el léxico... y eso de llamar a las cerezas pelendengues rojos. ¡Qué tío el Hartzenbusch!

Pero la versión más popular, la que ha dado muchas vueltas a la piel de toro, con oreja y rabo, y que por ello da título a mi epístola de hoy, es la dedicada a una imagen de San Pedro que despertó la vis escéptica de quien lo miraba y es lo que temo pueda sucederte, mi dilecto colombroño, a la hora que expongas a los tuyos tu autobiografía. Dice así:

Gloriosísimo San Pedro:
yo te conocí ciruelo
y de tu fruta comí;
los milagros que tú hagas,
que me los cuelguen a mí.

Vale