Barón - Apócrifos

Calambures, palíndromos y albures



Desde tu dominio de la filología, arte en la que evidencias un buen cinturón negro, a buen seguro en quinto dan, me instas a consultar en el diccionario el término inglés “pun”. Eso no deja de ser una provocación, y tú lo sabes.

Pero esta vez te has caído, porque la consulta me ha colocado en la cesta de cerezas de los wordplays. Así me he enterado de que el vocablo ése se escribe pun, pero se pronuncia pan, e —ipso facto— ha salido la máxima evangélica que dice que “no sólo de pun vive el hombre, y queda ya cargada de ambigüedad tras este descubrimiento.
Mi respuesta a tu reto, te ruego que la tomes como una humilde aportación a esa lucha que durante siglos el espíritu humano ha librado en pos de conservar sus neuronas vivaces y sutiles, también si quieres, ingrávidas y gentiles (como pompas de jabón).

Es un tanto decepcionante comprobar que el pun inglés se encuentra prácticamente solo en la gama léxica que le compete; diríamos que pun tiene, pues, poco punch, lo cual nos permite ya entrar decididamente a por cerezas:

Pues si los juegos de manos
dicen que son de villanos,
¿qué serán los calambures,
los palíndromos y albures,
que son casi como hermanos?
¿Serán juegos de tahúres?
                    Oil Imenod

Insignes poetas, adelantándose desde luego a este colombroño tuyo, ya intuyeron cierta relación entre los profesionales del juego y los divertimentos retóricos; lo puedes apreciar en esta rítmica antanaclasis gongorina que, para más lujo y deleite, encierra en su cuarto verso un perfecto calambur:

Cruzados hacen cruzados,
escudos pintan escudos,
y tahúres muy desnudos
con dados ganan condados,
ducados ganan ducados
y coronas, Majestad.
¡Verdad!
                       Góngora

La antanaclasis es figura retórica que consiste en repetir palabras buscando efectos tanto estéticos como semánticos. Para este segundo fin se sirve de términos polisémicos, es decir, de palabras con significados diferentes. Un maestro en este palo era don Tomás:

-He reñido a un hostelero.
¿Por qué?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?
-Porque donde, cuando como,
sirven mal, me desespero.
                       Tomás de Iriarte


Y a mí, que estos deportes me inspiran, se me ocurre así, sobre la marcha, dar consejos que de otro modo nunca osaría dar:

Antanaclasis retórica,
si buscas fines estéticos
usa términos románticos;
mas si los buscas semánticos
usa siempre polisémicos.
                                   Oil Imenod


Y el calambur, ¡oh el calambur!. Un incomprendido que en su propio nombre lleva marcado injustamente el estigma de la estulticia; y me explico: se trata de un juego en el que agrupando las sílabas de manera distinta se obtienen significados diferentes. Como botón de muestra más conocido de la especie ha quedado el que Quevedo supuestamente ofreció a la reina, sin que ésta se ofendiera: Entre el clavel y la rosa, su majestad es_coja. Cuando encuentras joyas de esta finura y agudeza, sorprende sobremanera ver que el calambur fuera considerado en su país de origen como sinónimo de sandez, en el que prevalece lo ingeniosos sobre lo razonable ("Le calembourg joue plutôt sur le son que sur le sens; peu lui importe de ne pas présenter une idée ingénieuse, pourvu qu'il détourne de l'idée raisonnable".


Pero, como en todo, aún sigue habiendo categorías, y no es lo mismo un modesto o ramplón echa té (échate) o no se aburra (no sea burra), que los que deslizan ilustres plumas de la literatura, como el ya citado del poeta Cordobés o éstos otros: El dulce lamentar de dos pastores (el dulce lamen tarde dos pastores) de Garcilaso de la Vega en Égloga o el ya conocido por las masas del mundo mundial, en el que Rubén Darío nos cuenta que ciertos filósofos se tomaban su piscolabis en algún local de moda: 


Kants y Nietzsches y Schopenhauers
ebrios de cerveza y azur
iban, gracias al calembour,
a tomar su chop en Auer’s.

(Los que saben dicen que el chop de Rubén Darío no llevaba proteínas chinas, sino que se trataba de un buen vaso de cerveza en Auer’s, bar bonaerense de finales del XIX); Pero siempre hay envidias y habremos de pensar que a Víctor Hugo, por ejemplo, no le salían bien estos juegos. Debió de hacer sus intentos, lo pensó mejor, y dijo que verdes las habían segado: Le calembour est la fiente de l'esprit qui vole (Les Misérables)


El caso es que no es el único francés que desprecia el calembour. ¿Será que en España hablamos de otra cosa y por eso lo llamamos calambur? Será. Porque, aunque el origen es un tanto incierto, las primeras noticias que en Francia tienen de este juego se remontan al siglo XVI y se atribuyen a un clérigo algo corto que, buscando un día una rima, se sacó de la manga "Calembour", forzando "Calemberg", nombre de un popular personaje de cuentos alemanes, hacia la rima que en ese momento dado él necesitaba. El suceso viene relatado con cierta rechifla en  

…un manuscrit de Fuzelier contenant les Montgenettes, recueil de chansons composées à Montgent par de bons vivants de la société d'autrefois. On improvisait, sauf l'abbé Chérier, censeur royal, qui restait court au milieu de ces improvisateurs intrépides.


Y continúa el relato de estos cachondos bersolaris: 

Un jour l'abbé accourt, criant qu'il venait d'enfanter une jolie chanson, et il chanta d'abord sur l'air, “Plaignons le malheur de Lulli, etc.... Pleurons tous en ce jour....”  Après ce beau vers, sa muse, fatiguée de cet effort spirituel, fit une pause prudente et nécessaire. La compagnie, charmée d'un si heureux début, le presse d'achever.

El cura, dicen luego, al tercer intento echó mano de lo que le vino a mientes, sin saber que con ello estaba poniendo la primera piedra del invento; invento que, traspasando fronteras continentales y atlánticas, iba a quedar para la posteridad como sinónimo de algo de lo que él carecía: el ingenio literario. 

et, remonté sa lyre, il entonna pour la troisième fois avec une emphase digne du sujet : “Pleurons tous en ce jour... Du bois de... calambour”

Ahí estuvo la parida. Y sigue el relato: 

Et, après avoir reproduit ces vers de fermier général [el cura Chèrier era recaudador de rentas del rey], Fuzelier ajoute : "Ce mot de calambour fut tant répété ce jour-là et depuis par la société de Montgent, pour signifier comiquement et allégoriquement fadaise, baliverne, pauvreté, qu'il a fait fortune et est devenu proverbe.

Hasta aquí, pues, parece clara la identificación del calembour con la indigencia creativa; y para no ser acusados de tal afección, los franceses fueron dando al mundo todos los derivados cognados imaginables, hijos -malgré eux- de leur fadaise. Una muestra: calembouresque, calembourdiser, calembourdier, calembourdaine, calembouriste, calembourdiste, calembourgiste…(¡rien ne va plus!).


Esta retahíla será válida, no lo niego, en lo que hace al calembour francés, pero no a nuestro calambur, que de para necios, nada, pues despliega enorme ingenio y sigue de actualidad.  Lo puedes comprobar en éste que, aunque oriundo de Marbella, se ha instalado últimamente en Ciempozuelos (... y un año después, al subir esta página a la red, ha seguido extendiéndose a todo lo largo y ancho de la geografía española). Dice así, y te lo brindo gratis et amore:


Ayuntamiento / Hay untamiento


Termino con el calambur, no sin ofrecerte algunos otros ejemplares de calidad suficiente, para tu personal disfrute:


 «¿Conque dice que es conde?
Querrá decir que esconde algo...»

                                        (Benito Pérez Galdós, El caballero encantado)

Clamé al cielo y no me oyó / clamé al cielo y no meo yo
                    (El Tenorio)
Al diablo le gustan las almas malas… y ¡a Dios muy buenas!
Tiene un ver anómalo / Tiene un verano malo
Pensé: ¡qué memoria! / ¡Pensé que me moría!
Útiles de jardinero / Útil es dejar dinero
María no estudia / Mariano, ¡es tu día!


Y por analogía si no morfológica, sí funcional, te diré que tengo unos calambures visuales con lo que el juego del calambur se acaba ya (por agotamiento).

A la imagen que, mirada con otra perspectiva o enfoque, cambia y nos dice otra cosa, podríamos denominarla perfectamente, calambur visual.

Este cubo puede ser también un suelo con sus dos paredes al fondo; mientras que las concavidades pasan a “convexidades” a voluntad del observador.

Antes de que pasemos a examinar otro espécimen de este prontuario para tahúres, tendríamos que hacer una breve referencia a un pariente humilde del calambur, como es el anagrama. Consiste éste en transponer las letras de una palabra para obtener algo diferente. No da mucho juego a un tahúr, pero si quieres mover airosamente tu ficha por el resbaladizo tapete del léxico, habrás de cuidarte de este pariente ingenioso, aunque traicionero. No puedes, por ejemplo decir que ya te has refinado cuando lo que ha sucedido es que te has enfriado; y tendrás que afinar el control de tus dedos sobre el teclado para asegurarte de que sobre cierta dama escribes que fue muy divertido verla por allí zascandileando entre todos con voz engatusadora, y no se te cuele un escandalizando a todos con voz aguardentosa.

No te voy a cansar aquí especulando sobre la altisonancia del mensaje nacionalista, por ejemplo, ni a mencionar irónicamente el renacimiento del materialismo, porque sabes que no soy memorialista. Simplemente y para terminar, te diré que tus posibilidades creativas vendrían a ganar más con los anagramas.

No sé si tu paupérrimo pun acoge al humilde y antiquísimo palíndromo, pero vamos a ello. Esta figura es el capicúa de las letras. Puede mostrarse sencillo, como en Ana, oso, etc., pero es tan antiguo y está tan estudiado, que no haré más pesada esta lectura. Sólo como muestra de su capacidad para enredarse consigo mismo, y de su economía a la hora de consumir léxico, he aquí, de muestra, un pequeño botón:

Ana
Ana vana
Ana lava lana
Ana, la galana
Ana mis ojos imana
Ana, la tacaña catalana
Ana lleva al oso la avellana.
                     …et ad infinitum

No hay mucho que decir del palíndromo, porque entenderlo es muy sencillo, y para confeccionarlo no hacen falta metáforas ni sutilezas. Tan simple como se es o no se es, y si le preguntas a él directamente, lo ratifica con un rotundo “los palíndromos somos o no somos”. Tú podrás desesperarte intentando hacerte con la clave para su factura, y él podrá decirte: amigo, no gima; la clave está en que un día puedas decir: sé verle del revés. Mientras tanto, es lógico que la moral, claro, mal.

A nosotros su confección puede parecernos a veces difícil; qué digo difícil, ¡inasequible!. Pero hay indicios fundados de su antigüedad. Juzga tú, si no (hombre, mira por dónde un calambur: juzga tu sino), degustando este palíndromo bíblico: Adán no cede con Eva y Yavé no cede con nada.

Ahora, con todo lo listos que somos, hacemos cositas sencillas, palindromitos, que de ahí no pasan. Nos quedamos muy contentos con simples sintagmas palindrómicos, la ruta natural; o frases cortitas como

yo hago yoga hoy
Isaac no ronca así
Mercedes, ese de crema

y nos quedamos extasiados cuando vemos uno con cierta longitud y con cierto sentido: A mamá Roma le aviva el amor a papá y a papá Roma le aviva el amor a mamá. También los hay en los que el ingenio brilla con luz especial:

Yo soy augur uruguayo:
voy allá, allá yo voy,
augur uruguayo soy.

Pero ya los griegos dominaban desde antiguo el noble arte del voy-y-vuelvo con las letras. Mira qué cosas hacían:

Nipson anomemata me monan opsin
(lava el pecado tanto como el rostro)

Y los romanos no se iban a quedar a la zaga, si les copiaban hasta el andar. Éste se lo atribuyen a éstos, sin decir a cuál de ellos, aunque, en honor de la verdad, creo haberlo visto por ahí firmado por un tal Alligieri, Dante por más señas (y sin albur, que luego te explicaré).  

In girum imus nocte et consumimur igni
(Giramos en la noche profunda y somos consumidos por el fuego)

El palíndromo es un tirano que con leyes inflexibles coarta la  libertad (o se es o no se es). Por eso no da para más, y el artista se ve rápidamente ahogado en el mínimo espacio que le concede el palin dromein, el correr hacia atrás. Todos los demás dromos que conocemos, hipódromos, canódromos, velódromos, autódromos, aeródromos… todos evocan aires de libertad, de velocidad libérrima, de emancipación e independencia, pero este pariente pobre, de pocos posibles, ha de conformarse con recorridos cortos. Cuando pretende largas carreras muere indefectiblemente enredado en la malla de la incongruencia; mira, si no, este galimatías:

Adivina ya te opina, ya ni miles origina, ya ni cetro me domina, ya ni monarcas, a repaso ni mulato carreta, acaso nicotina, ya ni cita vecino, anima cocina, pedazo gallina, cedazo terso nos retoza de canilla goza, de pánico camina, ónice vaticina, ya ni tocino saca, a terracota luminosa pera, sacra nómina y ánimo de mortecina, ya ni giros elimina, ya ni poeta, ya ni vida.

Por ello, el palíndromo ha de fajarse en la corta distancia: Madam, I am Adam; Onis es asesino; Damas, oid: a Dios amad.

El palíndromo en corto tiene su máxima expresión en el conocido latino en 2D, que puede ser leído al derecho, al revés, desde arriba y desde abajo: Sator Alepo Tenet Opera Rotas (El sembrador Alepo dirige la labor de las ruedas)

S A T O R
A L E P O
T E N E T
O P E R A
R O T A S

 No está datada su confección, pero es claro precursor del crucigrama. Luego ha venido el Sudoku, y de aquellos polvos, fíjate. Y cuando pretende salir a respirar espacio, alargando su paseo sin que la incongruencia haga presa en él, el palíndromo ha de echar mano de la muleta de la reiteración: Somos seres sosos, Ana; seres sosos somos.

Es el “tócala otra vez, Sam”, es la palinodia del palíndromo o, si quieres, el palíndromo de palinodia, el canto repetido, la melopea melódica. Y el recurso reiterativo se sublima cuando, emulando al perpetuum mobile, se llega al Moebio de los palíndromos o al palíndromo de Moebio:


O sale el as o… sale el as o… sale el as o… 

 

 


Y antes de que giremos una brevísima visita al reino de los juegos de altura, que nada más por eso ya están fuera de mi alcance, he de admitir que no he sido muy generoso antes con el pun del mundo anglosajón. En realidad, él ha sido el pie que me ha permitido perpetrar esta agotadora "deposición", y en su honor quiero hacer referencia a un humilde –antiguamente licencioso y ahora recatado- wordplay que tiene su gracia y también su trascendencia. 

Se trata del Limerick. Lleva nombre de bicho, quizás de la familia de los gasterópodos, pero no se arrastra como éstos. Éste brinca, sí señor, y no puede saltar a cualquier piedra, ni de cualquier modo. Por eso, como le sucede al palíndromo, no va muy lejos.

Tiene forma de quintilla y su rima viene definida por esta partitura:  a a b b a. Es decir: riman entre sí los versos 1, 2 y 5 que, además, han de contener cada uno tres golpes de voz (beats); y riman entre sí los versos 3 y 4, disponiendo éstos derecho a sólo dos golpes de voz.

Los temas tratados han de ser ligeros, acercándose lo que puedan al pun, y guardan para el último verso el punch final. (As you work with limericks, remember to have pun, I mean fun!)
Aquí tienes uno anónimo, que puedes cantar batiendo palmas o chasqueando dedos; tres en los versos 1, 2 y 5, y dos en los versos 3 y 4.


A flea and a fly
in a flue were caught,
so what could they do?
Said the fly: "Let us flee."
"Let us fly," said the flea!.
So they flew through a flaw in the flue.





Como estoy seguro de que habrás optado por los dedos, ya has tenido la experiencia genuina y suficiente para apreciar en el limerick el embrión de la armonía rítmica del rap. Ésa ha sido su trascendente misión: la de ser precursor del género poético-musical que ha elevado de nuevo al hombre a los niveles arbóreos de los que se había descolgado, no sabemos cómo ni cuándo.

El limerick nació en las tabernas, como juego picante de soldados y tahúres; el mismísimo bardo del Avon lo llegó a practicar (en Stratford también cocían habas), pero fue reconducido al terreno de la inocencia por un tal Edward Lear (A Book of Nonsense – 1846).

Es lo que tendrían que hacer los mejicanos con el albur. Éste, más que juego de tahúres, es juego de zahurdas, muladares y letrinas. El albur mejicano es un duelo de palabras entre dos personas (por lo general hombres) en el que el objetivo es agredir al interlocutor con alusiones claramente sexuales, camufladas en una conversación aparentemente inocente.

No merece la pena aquí dedicar a este albur ni tiempo ni espacio, por mínimos que ambos  fueran; pero así como el limerick fue despojado de su grosería y redimido, bien pudiera un buen día el albur mejicano ser recuperado para la esgrima, siempre estimulante, entre damas y caballeros. Está probado y es más que conocido el gran ingenio que el mejicano derrocha, seguramente debido a ese cruce de culturas y a cómo el hambre (según Cervantes) lo agudiza. Y sólo como muestra real de ello, te cuento que cuando llegué a Méjico en mis años mozos, me intrigó enseguida el conocer al  albur  de cerca. Pregunté en el trabajo; se reían, se miraban y se evadían. Un día me dijeron: “mira, Daniel es retebueno para los albures”. Daniel era un veracruzano, prieta la color, pausado de modales, con sonrisa y proceder afables. Tanto le insistí para que me explicara ese mundo inexpugnable del albur con algún ejemplo, que un día simplemente me dijo: “pos aquí, nomás, este negro esclavo tuyo…”

Yo esperé a que continuara, pero ya todos los presentes eran presa de risas desatadas. Uno, por lo bajo, se acercó a mi oído y tuvo a bien mostrarme el calambur: “te ha dicho que él es clavo tuyo; ándate con cuidado, mano... y pégate a la pared”. Esta es toda la concesión que voy a hacer al albur, pero deseo, insisto, en que, un día, nuevas generaciones de mejicanos puedan reconducirlo hasta campos de juego impolutos donde la elegancia  juegue complacida.

A la anfibología, por ejemplo, han jugado siempre nuestros mejores escritores satíricos, haciendo gala del dominio de la polisemia que a muchos nos ha sido negado. A Quevedo, cómo no, le encantaba este juego de ambigüedades:


Salió de la cárcel con tanta honra,
que le acompañaron doscientos cardenales;
salvo que a ninguno llamaban eminencia.

Un par de perlas cultivadas:


“¡Que paren las mulas!”, gritaba Ana Rosa:
“¡Que paren las mulas en el cambiavía!”
Y dice un borracho con voz mistelosa:
“Las mulas no paren, no sea mentirosa;
no paren las mulas, ¡que siga el tranvía!”.

Mellizas son Casta y Rosa,
mas al irle a preguntar
a la madre, que es muy basta,
cuál de las dos era Casta,
me quiso descuartizar.

Y ascendemos por la escala de los juegos para entrar en el primoroso mundo de la aliteración; seguimos jugando, pero no vamos ahora tras la diversión  ni el equívoco; buscamos las fibras de la emoción a base de crear musicalidad, sonoridad y ritmo. La onomatopeya es aliada natural de la aliteración, y juntas producen efectos inefables:


El ruido con que rueda la ronca tempestad".
                                    Zorrilla

Pues muerte aquí te daré
porque no sepas que sé
que sabes
flaquezas mías.
                   Calderón


Claras horas de la mañana
en que mil clarines de oro
dicen la divina diana:
Salve al celeste sol sonoro


Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjanme muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
                   San Juan de la Cruz

Si continuáramos la ascensión, haríamos cima en el elíseo de la metáfora, pero no para sentarnos en él a descansar, sino para ser catapultados (más allá llevados) en saltos inverosímiles hasta el mundo de las figuraciones. Por eso llaman vehículo al término que expresa la metáfora, para distinguirlo del tenor, que es el término literal y del fundamento, o sea el vínculo que relaciona a ambos. ¿Se deberá a una involuntaria metonimia el hecho curioso de que en griego moderno se llama metáfora al propio vehículo que lleva a cabo las mudanzas?

La metáfora hace fecunda a la retórica, y ésta elocuente al discurso; el hombre la busca, como animal metafórico que es (Nietzsche dixit) y sacia con ella parte de su sed de visiones y sensaciones nuevas (bestia cupidissima rerum novarum, Fausto quoque dixit). He aquí unas muestras geniales, espigadas sin esfuerzo en el acervo residual de cualquier cultura media:


Era del año la estación florida
cuando el mentido robador de Europa,
media luna las armas de su frente
y el sol todos los rayos de su pelo,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas.
                                   Góngora


Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos.
                                    Lope
…/… Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
                                    Quevedo

Es cierto que éstas que has leído son perlas del barroco, donde la metáfora es la reina en el tablero del culteranismo; se mueve poderosa, a lo largo, a lo ancho y en diagonales. Pero ya antes, mucho antes, la metáfora cautivó al hombre. ¿Se puede tachar de barroco culterano al siglo III a.C.? Pues mira qué cosas escribían:


Mi amado es para mí una bolsa de mirra
que descansa en mis pechos;
mi amado es para mí
como un ramo florido de ciprés
de los jardines de Engadí.

Tus ojos de paloma por entre el velo;
tu pelo es un rebaño de cabras
descolgándose por las laderas de Galaad.
Son tus dientes un rebaño esquilado recién salido de bañar,
cada oveja tiene mellizos, ninguna hay sin corderos.
…/…
Son tus pechos dos crías mellizas de gacela
paciendo entre azucenas.
                                        Cantares, 4


Desde entonces, que sepamos, hasta ahora, el hombre ha gozado de la metáfora, y lo seguirá haciendo; pero se las verá y deseará para superar las que viven en la boca del pueblo que levita y reza, más que recita:


Les clavó sobre las botas mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos jabonados de delfín.

…/…Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
                      García Lorca


Y llegados a este punto, nos habremos quitado el calzado, porque pisamos tierra numinosa. Sobra la voz, mas si hemos de volver a tierra de pecadores, pícaros y tahúres, demos a la metáfora, para terminar este recorrido con el aire festivo y lúdico con el que empezó, el toque de humorismo con el que Gómez de la Serna la inmortalizó; terminemos, pues, batiendo palmas y arrancando por Greguerías:

  • Los ceros son los huevos de los que salieron las demás cifras
  • En invierno los rosales están pensando en sus rosas.
  • Si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte.
  • Cuando por los altavoces anuncian que se ha perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo.
  • Los tornillos son clavos peinados con la raya al medio.
  • Nunca se sabe qué cosa es greguería...


No pensaba que pudiera haber tanta cereza en cesta tan menguada, pero así ha resultado. Espero que si no te has divertido tanto como yo viéndolas salir, con rabo y todo algunas, hayas cuando menos aprendido que hay que pensarlo dos veces antes de provocar a un desocupado.

Noviembre de 2006