Barón - Bitácora
6 nov 2020
Capitoné

El ciprés, formando setos, es incómodo para los jardineros, pues además de tener que acarrear sobre sus lomos unos restos pesadísimos cada vez que lo podan, han de hacer frente a graves enfermedades que de pronto los secan por completo y destrozan la estética del seto. "Es que el ciprés es muy cabrn", —decía Antonio el jardinero de Jávea, zanjando todos los porqués. Desde entonces, todos sabemos en la familia qué queremos decir cuando tildamos a alguien de "ciprés".

Pues parafraseando al bueno de Antonio, yo sostengo que el capitoné es muy ciprés. Capitoné es el tipo de acolchado de muebles sujetado con botones, y lo "ciprés" le viene por la propensión de éstos a aflojarse y terminar soltándose.



El problema es que para reinsertar el botón hay que abrir el respaldo del sillón, que está herméticamente cerrado, cosido y claveteado a conciencia. El diseñador tapicero sabía lo que hacía, asegurándose bien de que el incauto comprador terminara por tirar el sillón —comprando otro, claro,— cuando los botones desprendidos dejaran informe el tapizado. Llamar al tapicero para que venga, recoja el sillón, lo abra, ate el botón, vuelva a coser y clavetear, y te devuelva el sillón a casa, te da para comprar un sillón nuevo. Servido, pues, el problema, no ha habido más remedio que operar a corazón abierto.





Se quita la espalda de cartón, se pasa un bramante, se inventa una pieza donde hacer un corredizo de tapicero y ya. Como nuevo.



Quedan, claro, las cicatrices de las heridas, pero reclaveteando y engrapando con esmero, todo queda decente y dispuesto para el siguiente botón cuando toque. Hay que lograr la independencia del tapicero. (Que no me oiga ordoyo)

5 nov 2020
¿Cuarto poder?

Oroz, certero y gracioso como siempre. El poder de lo escrito y publicado es aplastante, aunque no se pueda pesar ni medir. Napoleón lo vio claro, fue uno de los primeros en decirlo sin tapujos: "La libertad de prensa —dijo— debe estar al servicio del gobierno, para hacer llegar a los confines del imperio las sanas doctrinas." Desde entonces con él, hasta hoy con Trump, nada ha cambiado. Estamos ante el mal llamado Cuarto poder, mal llamado, porque con el transcurso del tiempo se ha convertido en el primero.

Fue Gutemberg quien descerrajó la puerta del sacrosanto y privado recinto en el que el poder había residido hasta el siglo XV, y Napoleón quien, casi cuatro siglos después, admitió con descaro la fuerza que la edición de ideas representaba. Pero fue Pablo de Tarso mucho antes, loor a aquel genio editor y distribuidor de ideas revolucionarias, quien conociendo ese secreto se percató de otro no menos importante que complementa la doble llave del poder: la incultura del colectivo lector o escuchador.

Pablo se dedicó a viajar, a predicar y, lo que es más, se hizo editor de textos (nada fácil) y distribuidor (tarea más difícil todavía), con el añadido de que conocía la segunda llave, por la que a mayor ignorancia del receptor, mayor resulta el impacto del mensaje revelado. Así lo reconoce en su Primera a los Corintios:

« Pero la locura de Dios es más sabia que los hombres [...]Y si no, hermanos, fijaos a quiénes os llamó Dios: no a muchos intelectuales...; todo lo contrario: lo necio del mundo se lo escogió Dios para humillar a los sabios

¡Qué cara!